En este punto es preciso tener cuidado pues podría parecer que Epicuro está a favor de una vida preocupada por conseguir variados e intensos placeres, especialmente los corporales. Sin embargo, pocos filósofos han defendido esa interpretación y Epicuro no es uno de ellos. Epicuro no recomienda buscar siempre y en todo momento el placer o rehuir el dolor. Su propuesta es más bien utilizar la razón para examinar de forma serena y cuidadosa el beneficio o el daño que se siguen de cada una de nuestras apetencias y acciones. Se trata de ser inteligentes en la búsqueda de placeres y en la evitación de dolores, de algo así como una “aritmética del placer”: hay que hacer un cálculo de los placeres y los dolores que se siguen de la realización de un deseo. Los placeres más valiosos son los puros o no mezclados con dolores, y no se pueden identificar con placeres momentáneos sino con los que comprometen estados duraderos del alma. Como consecuencia de la valoración racional de los placeres y los dolores, el epicureísmo acabó recomendado los “placeres del alma” (como la conversación entre amigos), antes que los “placeres del cuerpo”, y una vida de moderación en las pasiones.
Normalmente las personas pensamos que la felicidad nos la da el dinero, porque podemos comprar todo aquello que necesitemos o que satisfazca nuestras necesidades, pero realmente la felicidad no se compra con dinero, "el dinero no da la felicidad", el dinero te puede dar muchas cosas, por ejemplo: un coche, una casa, ropa,...... Pero todas estas cosas que el dinero te pueda dar no incluyen la felicidad. Como bien dijo Epicuro: si quieres ser rico, no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia.
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